REJUVENECERSE DE CONTÍNUO EN LA ORACIÓN ORAR CON LA SALLE (2)

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ORAR CON LA SALLE (2)

En la comunicación anterior nos centramos particularmente en la primera parte de la oración y por eso nos detuvimos en la Presencia de Dios que es su corazón. En este segundo envió sobre el mismo tema me detendré en la segunda parte del Método de Oración, viendo particularmente sus aspectos trinitario y cristológico y haré una breve reflexión sobre la tercera parte y la oración de corazón de nuestro Fundador.

Los Hermanos Sauvage y Campos nos dicen que el objetivo de la segunda parte del Método de oración es «en Jesucristo encarnado entre nosotros y viviendo entre nosotros por su Espíritu, contemplar y admirar las maravillas del Hijo libertador – mediador que nos envía a la juventud abandonada para representarlo. CONTEMPLAR LOS MISTERIOS DE JESÚS»

 1.- ASPECTOS CRISTOLOGICO Y TRINITARIO

La Segunda parte del Método es lo que podemos llamar el cuerpo de la oración. El Fundador quiere que contemplemos a Jesucristo en el Evangelio, para que el ejemplo de su vida y sus enseñanzas nos ayuden a transformarnos en Él. «Mi vida es Cristo». Esta meditación del Evangelio puede tener tres formas, según que se contemple a Jesucristo:

* viviendo un misterio de salvación: JESÚS-VIDA

* practicando una virtud: JESÚS-CAMINO

* enseñando una máxima: JESÚS-VERDAD

En el fondo Jesucristo (su persona, sus acciones, sus actitudes, sus palabras) es el contenido único de la oración de todo lasallista. Como se dice en el campo musical podríamos hablar de variaciones sobre un mismo tema. Por eso el Evangelio debe ser nuestro primero y principal libro de oración. En esto el Fundador es deudor de la Escuela francesa de espiritualidad a través del método sulpiciano. Se trata de tomar en serio la humanidad de Jesús centrándonos en los acontecimientos de su vida.

Pero no se trata de una mirada desencarnada. El Cristo contemplado en la oración debe ser prolongado en la vid a. «Volved los ojos a Jesucristo como al buen Pastor del Evangelio, que busca la oveja perdida, la pone sobre sus hombros y vuelve con ella para incorporarla de nuevo al redil. Y, puesto, que hacéis sus veces, teneos por obligados a proceder de modo análogo, e impetrad de El las gracias re queridas para conseguir la conversión de sus corazones» (M. 196,1).

 Esto es lo que el Fundador entiende por «espíritu del misterio». La contemplación de Jesucristo, que por su espíritu vive y crece en la relación del educador lasallista con sus discípulos, se alimenta de dos fuentes. La palabra de la Escritura y la realidad vivida. Como dicen Sauvage y Campos: «La contemplació’iporparte del Hennwio del misterio de Jesucristo implica no solamente la frecuentación asidua del evangelio, sino la atención a lo que acaece ensu vida, la toma en consideración, tan plenamente como sea posible, de las realidades que están en juego. La referencia al misterio de Jesucristo no es una evasión por elevación, sino más bien una profundización hasta el centro. Es lo que muestra» constantemente las Meditaciones lasalianas: remiten al Hermano a su existencia concreta, como el lugar donde reviven nuevamente los misterios de Jesucristo» (p.420). Podemos aplicar lo anterior a todo Signum Fidei y a todo lasallista que quiera vivir a profundidad la espiritualidad de San Juan Bautista de La Salle.

La oración lasaliana tiene un ritmo ternario, en el que subyace un esquema trinitario. Y más que el esquema, el espíritu de la oración lasaliana es trinitario. Tanto en la primera como en la segunda parte están presentes el Padre, el Hijo, el Espíritu. Y si en la Segunda parte el esquema es cristocéntrico, y nos centramos más en el misterio de Cristo, sabemos que este misterio es el del amor de Dios que tiene su fuente en el Padre y su manifestación en el Espíritu. El Hno. Fermín Gainza de Argentina, centra su interpretación del Método lasallista en esta clave trinitaria.

Es importante que vivamos esta dimensión trinitaria. Lo que convierte en difícil nuestra oración es que pretendemos sea el resultado de nuestro esfuerzo y nos olvidamos que somos seres «habitados». Sólo Jesús puede ofrecer al Padre la verdadera oración en nosotros por el Espíritu. Ese Espíritu que nos invita a decir: «Jesús’ es el Señor», y con Jesús, «Abba Padre» y sabemos que en el Evangelio Padre es inseparable de Reino, por eso la oración trinitaria nos compromete en la construcción de un mundo que responda al proyecto amoroso de Dios. Como Santa Catalina de Siena podemos decir: «Oh Trinidad eterna. Tú eres un mar sin fondo en el que, cuanto más me hundo, más te encuentro; y cuanto más te encuentro más te busco todavía. De Ti jamás se puede decir Basta. El alma que se sacia en tus profundidades, te desea sin cesar porque siempre está hambrienta de ti, siempre está deseosa de ver tu luz en tu luz».

 2.- LLEVAR LA ORACIÓN A LA VIDA

 La tercera parte de la oración la podemos sintetizar, con los Hermanos Sauvage y Campos diciendo que se trata «a partir de la confrontación entre la vida y el evangelio, acoger y actualizar la fuerza del Espíritu que convierte los corazones y renueva la faz de la tierra COMPROMISO­ – RESOLUCIONES«

 El Dios descubierto en el fondo del corazón es el Dios de la historia de la salvación, el Dios de Jesucristo (Primera parte). La oraci6n conduce también a confrontar la propia existencia con las exigencias del misterio de Jesucristo (Segunda parte). Ahora se trata de volver a la existencia, ya que la oración pretende desembocar en la vida y esto de una manera muy concreta: con resoluciones «presentes, particulares y eficaces». (EMO 75)

 Lo importante es proseguir la oración en el corazón de la vida, para lo cual el Fundador nos da también medios muy concretos como el recuerdo de la Presencia de Dios a lo largo de la jornada, para reavivar el fuego encendido en el fondo del corazón cada mañana; el uso frecuente de jaculatorias. «De hecho, en ciertos momentos puede surgir espontáneamente de los labios del hombre y en el corazón mismo de un acontecimiento que está viviendo un grito hacia Dios, grito de gozo, grito de angustia, grito de confianza, grito de fidelidad. Esta «flecha» hacia Dios brota del «fondo» de una relación de amor» (Campos, Sauvage p.434); hacer de la Palabra de Dios, el principio dinámico e inspirador de toda la existencia.

Así la oración puede culminar en una acto de ofrecimiento, no sólo de las resoluciones sino sobre todo de la existencia: «Ofrézcome también a mismo a Vos, ¡oh Dios mío!, con todas mis acciones y toda mi conducta durante el día» (EMO 121). Es nuestra liturgia del corazón, el culto agradable a Dios, nuestra misa cósmica, prolongada en la historia de cada día, con el único deseo de cumplir la voluntad de Dios. «Dignaos aceptar, os suplico Dios mío, el deseo que tengo de agradaros a Vos sólo, y de glorificaros perfectamente, cumpliendo incesantemente vuestra santísima voluntad» (EMO 121).

 3.- LA ORACIÓN DEL CORAZÓN EN SAN JUAN BAUTISTA DE LA SALLE

 Hoy, por influencia de las escuelas orientales de oración se habla mucho de la oración de corazón. Sin embargo el Fundador ya nos habla de la misma. Se trata de una oración totalizadora, de todo momento y de toda circunstancia. Por encontrarse en LOS DEBERES DEL CRISTIANO uno de los textos catequísticos y no propiamente espirituales es posiblemente poco conocido, pero es de una gran riqueza.

«El hombre puede orar a Dios de corazón en todo tiempo y en toda ocasión. Puede darse, dice San Crisóstomo, que alguien ore con mucha atención mientras camina por la ciudad, que otro tenga el espíritu aplicado a Dios cuando está con sus amigos, o en fin, que invoque a Dios interiormente con mucho fervor y devoción mientras hace cualquier otra cosa…

 Se puede orar a Dios de corazón de varios modos diferentes, pero particularmente de cinco modos: 1, por silencio, manteniéndose únicamente en la presencia de Dios en sentimiento de respeto y adoración, sin expresar nada y sin pedir nada a Dios. A veces en la oración el espíritu se oculta a sí mismo en un profundo silencio. 2, por pensamientos, sin servirse de ninguna palabra. San Crisóstomo dice de este modo de oración que se le hace perfecto por el fervor del espíritu. 3, por afectos, cuando se pide algo a Dios por los movimientos solos del corazón. De este modo, oraba Ana madre de Samuel, según San Cipriano. 4, por acciones, cuando se realizan acciones buenas, con la mira de cumplir nuestros deberes con Dios o de obtener de El alguna gracia. 5, pero uno de los mejores modos de orar a Dios de corazón es orar por sufrimientos, y esto se hace cuando se soportan con paciencia las penas que Dios envía, con intención de honrarle o de procurarse algún provecho, sea espiritual, sea temporal» (p. 472-474)

 CONCLUSIÓN

El Fundador nos invita a relativizar el Método. Lo recordaba el Hno. Michel Sauvage en una charla dada a los Hermanos del distrito de Roma. Este es una ayuda que debemos adaptar a nuestra manera personal de encontrarnos con Dios en libertad y sencillez. De hecho el Fundador quiere que lleguemos a la «simple atención», en donde las palabras y las estructuras ya no son necesarias. Después de darnos algunos medios para el uso de los actos el Fundador se refiere: «al caso en que uno se sienta movido por una interior y suave atracción hacia algo que no había pensado antes, como el amor de Dios, a manifestarle su confianza y sumisión, a pedirle algo con instancia y confianza para si o para el prójimo: a reflexionar sobre alguna palabra de Dios: es preciso entonces seguir ese atractivo u otro parecido» (EMO 116).

 Esta libertad y esta sencillez era, por otra parte, lo que el Fundador recomendaba a una religiosa, en una carta conservada por Blain: «El estado en que se halla durante la oración, según me dice, no es de ociosidad peligrosa, como Ud.  piensa. Con tal de poseer a Dios y de allegarse a Él, ¿qué cuidado ha de darle lo demás? No tiene el  necesidad de sus esfuerzos. Hay que evitar la ociosidad pero también el embarazarse con la multitud de actos. Bástale a Ud. y basta para contentar a Dios que permanezca en su santa presencia… Pídale con sencillez de corazón los medios para salir de la miserable situación en que se halla. Si no puede tener oración, dígale a Dios que no puede, y quédese tranquila. El no ha de obligarla a lo imposible. O dígale como los santos Apóstoles: «Señor enséñame a orar, y después quédese anonadada delante de El como inútil para todo.’ esta será su oración» (Carta 126)

Hno. Álvaro Rodríguez Echeverría

Fraternidad Signum Fidei