MARAVILLOSOS DÍAS DE NAVIDAD

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Queridos Hermanos y Miembros de Signum Fidei:

Un Signum Fidei me envió hace poco este relato. Cuando lo lean, comprenderán por qué lo comparto con Vds. al acercarnos a los maravillosos días de Navidad.

Marga fue a su buzón y allí había tan sólo una carta. La recogió y la miró antes de abrirla. Después se fijó en el sobre otra vez. No llevaba sello, ni matasellos; sólo su nombre y dirección. Leyó la carta:

Querida Marga:
Voy a estar en tu barrio el sábado por la tarde y me gustaría pasar a visitarte. Te quiere siempre,
Jesús

Sus manos temblaban cuando puso la carta sobre la mesa. “¿Por qué querrá el Señor visitarme? No soy nadie especial y no tengo nada que ofrecerle.” Con ese pensamiento, Marga recordó sus armarios de la cocina vacíos. “Dios mío, no tengo realmente nada que ofrecerle. Tengo que ir corriendo a la tienda y comprar algo para la cena.” Cogió su monedero y contó: cinco dólares y cuarenta centavos. “Bien, puedo adquirir algo de pan y fiambre, por lo menos.”

Se echó encima su abrigo y salió corriendo. Una barra de pan, media libra de pavo en lonchas y un cartón de leche le dejaron a Marga con la enorme suma de… doce centavos hasta el lunes. Sin embargo, se sentía bien mientras volvía a casa con su exigua compra bajo el brazo.

“Señora ¿podría ayudarnos?” Marga estaba tan absorta en sus planes para la cena que no se había fijado en dos figuras acurrucadas en el callejón: un hombre y una mujer, ambos vestidos con poco más que trapos. “Señora, no tengo trabajo ¿sabe? y mi esposa y yo vivimos aquí en la calle; ahora hace frío y tenemos hambre. Si usted nos ayudara, señora, se lo agradeceríamos de verdad.”

Marga les miró. Estaban sucios, olían mal y, francamente, tenía la certeza de que podrían conseguir algún trabajo si realmente quisieran. “Señor, me gustaría ayudarles, pero yo misma soy pobre. Todo lo que tengo son unas pocas lonchas de fiambre y algo de pan, y espero un invitado importante para cenar esta noche. Precisamente estaba pensando servírselo a El.”

“Entiendo, señora, entiendo. Gracias, de todos modos.” El hombre puso el brazo en el hombro de la mujer, se volvieron y se dirigieron al callejón. Viéndoles marcharse, Marga sintió un hormigueo familiar en su corazón.

“¡Espere, señor!” La pareja se paró y se giró, mientras ella corría detrás de ellos. “Oigan ¿por qué no toman esta comida? Ya pensaré en alguna otra cosa para obsequiar a mi huésped.” Entregó la bolsa de comestibles al hombre. “¡Gracias, señora. Muchísimas gracias!” “Sí, gracias!” Era la esposa del hombre y Marga pudo ver ahora que estaba tiritando. “¿Sabe? tengo otro abrigo en casa. ¿Por qué no coge éste?” Marga se quitó el suyo y lo puso sobre los hombros de la mujer. Después, sonriendo, se volvió y anduvo por la calle… sin su abrigo y sin nada que ofrecer a su huésped. “¡Gracias, Señora! ¡Muchísimas gracias!”

Para cuando llegó a la puerta de su casa, Marga estaba helada y… preocupada también. El Señor venía a visitarle y no tenía nada que ofrecerle. Hurgó en su monedero para tomar la llave de la puerta. Pero entonces se dio cuenta de otro sobre en el buzón. “¡Qué extraño! El cartero no suele pasar dos veces el mismo día.” Sacó el sobre del buzón y lo abrió.

Querida Marga:
Qué bueno verte de nuevo. Gracias por tu amable comida. Y gracias también por el maravilloso abrigo. Te ama siempre,
Jesús

Hacía todavía frío, pero, incluso sin el abrigo, Marga no se daba cuenta.

Puede que no sea muy original, pero este relato nos recuerda aquellas sencillas, pero poderosas palabras de Jesús: “Lo que hagáis al más pequeño de mis hermanos y hermanas, me lo hacéis a mí.” Palabras que se vuelven especialmente conmovedoras en la escena de los posaderos, cuando rechazan a José y María en su necesidad.

¿Por qué los posaderos les niegan una habitación? Reflexionando sobre este acontecimiento, La Salle nos dice: “No se mira sino el aspecto externo de las personas, y no se las honra sino en la medida en que se lo ganan con lo que brilla a los ojos del siglo. Si en Belén hubieran mirado a la Santísima Virgen como la madre del Mesías, y la que pronto daría a luz al Dios hecho hombre, ¿quién se hubiera atrevido a negarle alojamiento en su casa?… Pero como sólo la consideraban persona corriente y la esposa de un artesano, en ningún sitio había habitación para ella. “ (Med. 85,1)

¿Eran los posaderos un grupo sin corazón que rechazaría a una mujer de parto? Parece que no. Ellos tan solo hicieron un juicio normal después de ver a las dos personas que llamaban a su puerta. Gente ordinaria y vestidos pobremente. No vale la pena perder nuestro tiempo en esto, debieron pensar. Si son pobres, no necesitarán mucho. Un establo. Su decisión habría sido totalmente diferente de haber tenido enfrente a José y María bien vestidos, como si hoy llevasen prendas de Versace o Vuitton.

Fíjense en las palabras del Fundador: “…Si en Belén hubieran mirado a la Santísima Virgen…” Si solo hubieran mirado con los ojos de la fe… Si hubieran visto más allá del “aspecto externo de las personas…”

Entonces, como normalmente hace en sus meditaciones, el Fundador se vuelve a ti y a mí para hacer la pregunta totalmente personal y preguntarnos si podemos ver. “¿Cuánto tiempo hace que Jesús se presenta ante vosotros, y llama a la puerta de vuestro corazón para establecer en él su morada, sin que hayáis querido recibirlo? ¿Y por qué? Porque no se presenta sino bajo la figura de pobre, de esclavo, de varón de dolores.” (Med. 85,1)

Debo admitir que, a menudo, me veo juzgando a la gente por su manera de vestir, o su manera de hablar, o la educación –o la carencia de ella- que muestran. Como los posaderos y Marga, al comienzo del relato, extraigo conclusiones precipitadas basándome en aspectos externos. Me temo que no estoy solo en este aspecto.

En esta Navidad les invito a ustedes, lasalianos de Signum Fidei, a unirse a mí en la pregunta de: ¿quiénes son los pobres que llaman a la puerta de nuestros corazones? ¿Son solo los pobres materiales? ¿O también los rechazados, los despreciados, los olvidados, los no amados? ¿Podrán encontrarse en nuestras familias, nuestras comunidades, nuestras escuelas o nuestras parroquias? Sí ¿Quiénes son estos pobres que llaman a la puerta de nuestros corazones?

Les insto a hacer de ésta una Navidad especial tendiendo la mano, por lo menos, a una de estas personas y dándoles lo que ellas más necesitan. Pero tengan en cuenta que, como le sucedió a Marga, ustedes podrían verse dando no sólo alimento, sino también su abrigo. Pero después, como ella, podrían encontrarse de pie, sin abrigo en medio del frío y sintiendo un profundo calor interior.

¡Qué ustedes y sus familias sean benditos de una manera especial en estas Navidades y que estas bendiciones continúen llamando a su puerta durante el nuevo año!

En nuestro signo de fe,

Hno. Víctor Franco, FSC

PD. Quizás ustedes quieran profundizar en el relato de Marga mediante estas preguntas:

1. Fíjense en el paralelo entre el “Yo no soy nadie especial” y la respuesta de María al ángel “¿Cómo puede ser esto…?” ¿Qué te dice sobre la manera de Dios para escoger a la gente? ¿Cuál es tu propia experiencia de la llamada de Dios?
2. ¿Te resulta curioso que haya dos personas en necesidad, un esposo y una esposa? La mayor parte de los relatos usan sólo una persona para transmitir el mensaje. ¿Por qué, piensas, el autor presentó un esposo y una esposa?
3. Marga empezó razonando (parecía que ellos podían encontrar trabajo; ella misma era pobre…) y buscando una excusa para evitar hacer un mayor bien que alimentar a un huésped. ¿Te ves a ti mismo haciendo algo similar en ciertas situaciones?
4. ¿Te recuerda este relato una parábola del Evangelio?
5. ¿Puedes recordar una experiencia como la de Marga, donde una buena acción tuya conduzca a otra? (…de compromiso en compromiso, según la experiencia del Fundador)

Fraternidad Signum Fidei