PONENCIA 1(H. Víctor Franco)

PONENCIA 1

EL ESTILO DE VIDA DE LOS SIGNUM FIDEI
(H. Víctor Franco)

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Muchas gracias por el honor de estar con ustedes cuando se reunen en esta asamblea nacional, organizada con la mira puesta en la asamblea internacional de 2005. Mi primer contacto con los Signum Fidei de España fue el pasado julio, en la Semana Lasaliana de Santiago de Compostela, y he de decir que quedé muy impresionado por aquel grupo. Hoy tengo el honor de reunirme con un grupo mucho más numeroso de representantes de nuestra asociación. Por esto, también les quedo muy agradecido.
Antes de seguir adelante, estaría bien decir que el español debería ser, de hecho, mi primera lengua, ya que mis abuelos, cuyos orígenes, me han dicho, están en Mallorca y Galicia, sólo hablaban español. Así pues, de chico aprendí un español rudimentario, pero cuando me metí en la escuela tuve que pasar desgraciadamente al inglés, el idioma principal de la enseñanza en mi país por entonces. Más tarde, al dejar mi casa para ser Hermano, el inglés me absorbió totalmente, excepto en momentos muy puntuales de conversación en las visitas a mi familia.
Digo esto para explicar por qué a menudo titubeo en la búsqueda de la palabra correcta en español -si es parte de mi vocabulario residual- y por qué leo esta conferencia, escrita en inglés y traducida al español.
Permítanme empezar con una historia real:
Un Hermano que visitaba el Proyecto del Hno. James Kimpton en la India “Reaching the Unreached” [Alcanzando a los inalcanzables] se fijó en un hombre y una mujer que conversaban bajo un árbol. Curioso, preguntó al Hno. James qué estaban haciendo. El Hno. James contestó que la mujer era ciega y que vivía en otro poblado, a unas tres millas de distancia. Al ser ciega y no tener familia que le ayudara, se la consideraba una marginada dentro del poblado.
El hombre, por su parte, era leproso y había perdido todos los dedos a causa de la enfermedad. Él también era considerado inútil porque no podía trabajar.
El Hno James añadió además que la mujer viajaba cada día desde su poblado para que el hombre le leyese los periódicos del día. Ella memorizaba las noticias y, de vuelta a su poblado, donde no había periódicos, repetía las noticias que había oído a los habitantes de allí. En consecuencia, ahora era valorada por la comunidad y se sentía necesitada y querida.
En cuanto al hombre, había encontrado un nuevo sentido a su vida; ya no se sentía inútil. Había recobrado el sentido de autoestima al saber que era de utilidad al poblado vecino.
Para utilizar la expresión de Henri Nouwen ¿qué hacían estos dos “sanadores heridos”? Me gustaría verlo de esta manera: estaban juntos en asociación para una misión compartida, la de proclamar la noticia (aunque no fuese la Buena Noticia) a quienes estaban imposibilitados de oírla. Cada uno llevaba a cabo su misión compartida desde sus propias circunstancias de vida, utilizando sus propios dones para beneficio de los otros. Me sirvo de este relato para ilustrar la relación de asociación para el servicio educativo de los pobres que existe entre los Signum Fidei y los Hermanos y, por supuesto, con toda la Familia Lasaliana.
Pero, como ocurre en tantas comparaciones, ésta se queda corta. Por ejemplo, no insinúo que los Signum Fidei o los Hermanos sean ciegos y, mucho menos, leprosos. También se queda corta al indicar que la mujer participa activamente en la misión y el otro, el leproso, juega un papel secundario. Pero revela la dimensión de las personas desde diferentes situaciones de vida, o de vocaciones, si se quiere, asociadas para una misión compartida.
He venido utilizando las palabras “Familia Lasaliana,” “misión compartida” y “asociación.” Encuentro la evolución de estos términos lasalianos bastante interesante. Empezamos hablando de “Familia Lasaliana,” que es el “quién,” en ayuda, por tanto, de los preocupados por identificarnos como miembros de una familia. No mucho después, “Misión Compartida” se hizo un hueco en nuestro vocabulario, recalcando el “porqué,” la razón de ser de esta Familia Lasaliana. En años más recientes, “Asociación” ha ganado preeminencia, y sería el “cómo,” esto es, el espíritu que subyace bajo la misión compartida.
Sé que estoy simplificando las cosas, pero puede ser útil ver el desarrollo de esta manera. Poniendo los tres elementos juntos, diríamos que los miembros de la Familia Lasaliana llevan a cabo una misión compartida, concretamente, el servicio educativo de los pobres, en un espíritu de asociación. A los miembros más comprometidos de esa Familia se les denomina Asociados.
Pero dejémoslo muy claro: en la tradición lasaliana, la asociación es siempre para la misión. En sí misma, la asociación tiene poco valor. Su finalidad, su objetivo es siempre el servicio educativo de los pobres.
Muy significativamente para los Signum Fidei, el último Capítulo General identificó “varias modalidades de asociación” (pág. 5) y reconoció nuestra asociación como un “grupo intencional lasaliano… que está en relación orgánica con el Instituto.” Consiguientemente, por decreto, por así decir, el 43º Capítulo General, reconoció a todos los miembros de Signum Fidei como acogidos bajo la categoría de “Asociado.” Ése, por supuesto, es un privilegio maravilloso, pero también –como todos ustedes saben bien- una impresionante responsabilidad. (Stress what this means?)
En esta conferencia haré algunos comentarios de nuestros principales documentos guía, el Estilo de Vida y el Vademécum. También me fijaré en algunos de los aspectos más prácticos de la asociación, analizando las cinco características que el 43º Capítulo General ofreció como descripciones de un Asociado. Dejaré la reflexión teológica a nuestro competente teólogo, Hno. José María.

El Capítulo General perfiló cinco características propias de un asociado. Permítanme que las recuerde:

1) “una vocación a vivir de acuerdo al carisma de San Juan Bautista de La Salle y a sus valores,
2) una vida de fe que descubre a Dios en la realidad, a la luz de la Escritura y para las personas de otras religiones según sus propios textos sagrados;
3) una experiencia comunitaria, vivida de diferentes formas y acorde a la identidad de cada uno;
4) una mision que asocia en el servicio de los pobres y que implica una cierta duración;
5) una apertura universal que nos abre a dimensiones que superan lo personal y su realidad local. (pág. 5)”

Al comienzo de este mes tuvimos una reunión de la Comisión “Asociados para el servicio educativo de los pobres”, una comisión internacional de Hermanos y colaboradores seglares creada por el Hermano Superior General y el Consejo General para ”ayudar(les) en el acompañamiento de los diferentes grupos dentro de la Asociación lasaliana: los Hermanos, los Colaboradores y los Asociados” (Circular 448, pág. 11). ) El título de la comisión resulta incómodamente largo y algunos de nosotros quisimos denominarla sencillamente la “Comisión de la Asociación,” pero otros adujeron que hacerlo así presentaría el peligro de separar asociación de su finalidad, su “para”. Así pues, al final se impuso el título largo.
A lo largo del estudio de algunas cuestiones que hacían referencia a la asociación, la Comisión revisó las carácterísticas antes mencionadas. Su conclusión: las cinco características siguen siendo muy relevantes y apropiadas.
Por tanto ahora, tres años después del Capítulo General, puesto que los miembros de Signum Fidei se ven reconocidos como Asociados, creo que hemos de formularnos algunas cuestiones. Permítaseme empezar con esta pregunta: ¿Nuestos documentos guía –el “Estilo de Vida” y el “Vademecum”- reflejan suficientemente la sustancia y el espíritu de las cinco características enunciadas por el Capítulo General? Porque en caso negativo, esta debilidad o falta de claridad precisará de tratamiento en la asamblea internacional de 2005.
Es preciso recordar que el nacimiento de Signum Fidei en 1976 es anterior al desarrollo de los términos que he descrito antes. Sin embargo, he encontrado que, en general, nuestros dos documentos básicos están bastante al día. El “Estilo de Vida” fue revisado cuando el Hno. Álvaro era Vicario General; o sea, entre 1993 y 2000. Por su parte, el Vademecum fue presentado por el Hno. Genaro Sáenz de Ugaerte cuando llegaba al fin de su periodo como Vicario General, en 1993. Ellos fueron los dos últimos Hermanos responsables de Signum Fidei, a nivel internacional, antes que yo.
Al revisar los dos documentos durante la preparación de esta conferencia, me llamó la atención lo fuertemente que se complementan mutuamente. De hecho, hay secciones completas que llevan idénticos títulos, tales como “La Vocación Signum Fidei” y “La Consagración Signum Fidei;” o muy similares, como “Comunidad de Fe Signum Fidei,” que en el Vademecum es “Las Comunidades Signum Fidei;” y “La Formación,” que en el Vademecum es “La Formación de los Candidatos”. Me parece que el Vademecum, elaborado durante el periodo del Hno. Genaro, fue un intento de añadir más sustancia al Estilo de Vida y de especificar prácticas más detalladas para la asociación sin tener que alterar el documento original. Y en esto, creo, ha acertado de manera notable.
No soy teólogo, pero, desde mi limitado conocimiento, la teología de ambos documentos es muy segura. Están enraizados en una teología del bautismo y de la Iglesia como Pueblo de Dios y comunión de personas. La llamada de Signum Fidei a la misión, la evangelización, surge de este marco teológico. Sin embargo, expreso la opinión de que más adelante puede ser útil que un teologo revise los puntales teológicos de estos documentos.
Me gustaría también dejar clara una, al parecer, omisión mayúscula a la luz de lo que dije antes sobre la asociación como ligada siempre a la misión. Y es que en el Vademecum, a diferencia del Estilo de Vida, no hay ningún capítulo dedicado explícitamente a la misión. Esto no quiere decir que la llamada a la misión no se encuentre en diferentes secciones del documento. Pero no parece dárle tanta importancia como a “consagración” y “comunidad”.
Dicho esto, sin embargo, encuentro que los dos documentos hablan de un lazo firme entre los Signum Fidei y el Distrito. Me refiero no sólo al hecho de que el Hermano Visitador autorice la primera consagración de un miembro de Signum Fidei o designe los consiliarios de los grupos de Signum Fidei. Yo llamo su atención, principalmente, sobre estas afirmaciones del Estilo de Vida:
“Las comunidades Signum Fidei nacen y se desarrollan en el ambito distrital. Es ahí donde comparten la espiritualidad y la misión del Instituto.” (EV, nº 58)
“El Hermano Visitador y su Consejo…integran en el Proyecto Distrital el plan de formación y de acompañamiento de los Signum Fidei y facilitan, en la medida de lo posible, su integración en las obras educativas y pastorales del Distrito.” (EV, nº 60)
Mientras que en el Vademecum leemos:
“Este compromiso comunitario (de los SF) debe estar en la linea del Proyecto Educativo del Distrito y autorizado por el Hermano Visitador.” (V, nº 68)
“Los Hermanos Visitadores tienen en cuenta (las comunidades
Signum Fidei) como núcleos valiosos para colaborar en la realizacion del
Proyecto Distrital Lasaliano.”(V, nº 96)
Estas citas bastarían para mostrar que se espera que los Signum Fidei tomen parte activa en las obras educativas y pastorales del Distrito. En otras palabras, el objetivo de las comunidades Signum Fidei es la misión lasaliana del servicio educativo a los pobres. Por tanto, aunque el Vademecum no dedique explícitamente un capítulo a la misión, la llamada a la misión está claramente integrada a lo largo del documento.
En ambos documentos el enfoque sobre la asociación no está muy explícito. Esto podía esperarse, puesto que tal enfoque salió sólo en el Capítulo General de 2000. El Estilo de Vida y el Vademecum requieren una puesta al día a este respecto.
Además, sería útil incluir en nuestros documentos alguno de los documentos más recientes de la Iglesia que hablan de la relación entre institutos religiosos y sus colaboradores seglares. En Vita Consecrata, por ejemplo, hallamos esta relación descrita como “un nuevo capítulo, rico de esperanzas, en la historia de las relaciones entre las personas religiosas y el laicado” (nº 54).
El mismo documento añade: Los laicos “son invitados, por tanto, a participar de manera más intensa en la espiritualidad y en la misión del Instituto mismo” (nº 54). Otro documento, publicado este año y titulado Caminar desde Cristo: un renovado compromiso de la vida consagrada en el tercer milenio, dice: “Si, a veces también en el pasado reciente, la colaboración venía en términos de suplencia por la carencia de personas consagradas necesarias para el desarrollo de las actividades, ahora nace por la exigencia de compartir las responsabilidades no sólo en la gestión de las obras del Instituto, sino sobre todo en la aspiración de vivir aspectos y momentos específicos de la espiritualidad y de la misión del Instituto” (nº 31).
La realidad, sin embargo, es que este “nuevo capítulo, rico de esperanzas,” del que Vita Consecrata habla, implica que vivimos en una época de transición y, de hecho, una época de cambio rápido. El último Capítulo General lo dijo muy directamente: “Aparece con claridad que, en el tema de la asociación, el Instituto vive un ‘tiempo de transición’ y que es importante respetar sus exigencias. Por ello se debe tener en cuenta… el peso de algunas de nuestras estructuras históricas que pueden dificultar las experiencias de asociación (pág. 9-10, nº 5). Esta sección continúa enumerando otras dimensiones de esta transición.
El nuestro, pues, es tiempo de cambio, no tiempo de seguridades claras o de definiciones cuidadosamente encuadradas. Esto será difícil para algunos –tanto Hermanos como colaboradores seglares- porque requiere paciencia y tolerancia; y, lo que es más importante, requiere apertura al futuro y a un cambio de mentalidad. No debería sorprendernos, pues, saber que una maldición china dice: “que vivas en un periodo de transición”.
Después de mirar algunos elementos esenciales de la vocación de Signum Fidei encontrada en nuestros documentos básicos, volvamos nuestra atención a las cinco características que el último Capítulo general utilizó para describir a un Asociado. Me gustaría ofrecer algunos comentarios, empezando por espiritualidad y misión, a los que se alude en los documentos que acabo de citar.
Ustedes son miembros de Signum Fidei hoy porque una o más de esas características les atrajeron. Puede haber sido su relación personal con tal Hermano o con tal Signum Fidei. Puede haber sido la clase de trabajo apostólico en que el grupo estuvo inmerso. O quizás la vida del grupo de oración. Tal vez fue una combinación de varias características. Me gustaría detenerme un momento para darles algo de tiempo para reflexionar sobre estas preguntas en silencio: ¿Cuál de las cinco características me atrajo más a Signum Fidei? y ¿cuál de las cinco características, si hay alguna, encuentro menos atractiva?
Ahora me gustaría que ustedes compartieran sus respuestas con la persona situada junto a ustedes.
Creo que la atracción inicial a nuestras vocaciones, la suya y la de Hermano, siguen rutas paralelas. Algunos jóvenes se unen a los Hermanos porque les atrae la vida de comunidad, mientras que para otros podría serlo una vida de oración regular. Incluso otros lo hacen porque les gusta enseñar. En mi caso, fue el aspecto de comunidad o, más específicamente, ciertos Hermanos que eran mis profesores. Eran maestros eficientes y se juntaban con nosotros después de clase para actividades deportivas, pero sobre todo me impresionaron como hombres felices. Así, cuando me uní a los Hermanos, lo hice porque quería ser como ellos. He de admitir, con un sentimiento de vergüenza, que, incluso después de varios años en el periodo de formación, no pensé seriamente en ser maestro el día de mañana. Supongo, sin embargo, que algo había dentro de mi mente. De hecho, recuerdo haber pensado en el escolasticado que no me habría importado ser escolástico el resto de mi vida.
Traigo esto a colación, como ya dije, porque a todos nosotros nos atrae uno u otro aspecto de nuestra vocación. Lo que tiene que suceder cuando vivimos nuestra vocación es que nos “convirtamos” a las dimensiones de nuestra vocación que encontramos menos atractivas. Necesitamos integrar en nuestras vidas todas las dimensiones de nuestra vocación, especialmente las que encontramos más difíciles.
Antes dije que la Comisión “Asociados para el servicio educativo de los pobres” se quedó con ese título largo porque era importante establecer la conexión entre asociación y el motivo de la asociación, el “para” de la asociación. Hay también una necesidad, me parece, de una clara conexión entre “una vida de fe que descubre a Dios en la realidad” y “una misión que asocia en el servicio de los pobres y que implica una cierta duración.”
Aunque aparecen como dos características separadas, son de hecho las dos caras de la misma moneda. Recuerden la experiencia del Fundador. Cuando inició el grupo de maestros junto con Adrián Nyel, se limitó a prepararles el contenido que habían de enseñar y quizás a introducirles en algunas técnicas pedagógicas. Pero pronto se dio cuenta de que si estos maestros iban a mover los corazones de sus alumnos, necesitaban más que conocimientos y pedagogía. Necesitaban ser hombres buenos, buenos cristianos, hombres que no solo hablasen de la fe, sino que la vivieran. Y así les introdujo a un horario regular de oración.
Hay que recordar que la finalidad de su oración no era sólo su santificación personal. Su vida de oración pretendía que fueran mensajeros más efectivos de la Buena Noticia. Espiritualidad y misión, en nuestra tradición lasaliana, no son dos elementos separados. Más bien, la espiritualidad es para la misión, como dice La Salle en la meditación en la que utiliza la imagen de la escala de Jacob: “Vuestro deber es subir todos los días a Dios por la oración, para aprender de Él todo cuanto debéis enseñarles, y descender luego hasta ellos, acomodándoos a su capacidad, para instruirlos sobre lo que Dios os haya comunicado para ellos, tanto en la oración como en los libros sagrados, repletos de las verdades de la religión y de las máximas del Santo Evangelio” (Meditaciones para el Retiro 6, 1)
Piensen también en una de las “Reglas que me he impuesto,” donde el Fundador dice: “Es buena norma de conducta no hacer distinción entre los asuntos propios de su estado y el negocio de la salvación y perfección propias” (nº 3). Ciertamente, uno de los rasgos más perspicaces de la espiritualidad del Fundador es esta integración entre espiritualidad y misión. Para el educador, descubrir a Dios en la realidad propia es nada menos que descubrir el rostro de Dios en los rostros de los jóvenes, especialmente en los pobres, confiados al cuidado del maestro.
El lasaliano descubre a Dios en los espacios sagrados de la oración personal, de la oración comunitaria y de los sacramentos, pero el lasaliano es categóricamente invitado a descubrir a Dios en las actividades del día a día, que son parte integrante del servicio educativo de los pobres, “con tal que,” como San Juan Bautista de La Salle dice, “lo realicemos con la vista fija en la voluntad de Dios”. En otras palabras, con tal que la luz de la fe ilumine nuestras tareas diarias.
Una vida de oración desgajada de la misión no puede describirse como lasaliana. De hecho, no puede, incluso, describirse como cristiana, pues la Iglesia es apostólica por naturaleza. Por otra parte, sin fe, el servicio educativo de los pobres se queda en servicio social.
Hasta ahora he afirmado que: 1) la asociación es para la misión, y 2) nuestra vida espiritual es también con vistas a la misión. Ahora, ¿esa otra característica, “una experiencia comunitaria, vivida de diferentes formas y acorde a la identidad de cada uno” (Circular 447, pág. 5), está también dirigida a la misión? ¡Sin duda! Nos asociamos con otros e intentamos vivir una experiencia comunitaria no simplemente porque nos caemos bien o disfrutamos con la compañía de otros. Es de esperar que nos caigamos bien o, mejor, que nos amemos mutuamente. Les aseguro que así la vida de comunidad se hace mucho más fácil.
Pero la razón principal por la que intentamos crear y construir una comunidad es para que podamos apoyarnos activamente unos a otros en la misión educativa que cada miembro de Signum Fidei especifica en la fórmula de consagración. De nuevo, mi lectura de la historia de La Salle es que juntó a los primeros Hermanos para que pudieran animarse unos a otros con su buen ejemplo y su fervor. En la Regla actual de los Hermanos encontramos estas palabras: “La comunidad es el hogar de los Hermanos… En ella renuevan cada día la experiencia de la amistad, de la estima, de la confianza y del respeto recíprocos.” (Regla nº 54)
Puede que algunos de ustedes estén familiarizados con esta experiencia de comunidad sacada de la naturaleza, pero quisiera citarla porque ilustra lo que vengo diciendo:

Cuando ven gansos volando en una formación de “V,” ustedes podrían pensar en lo que la ciencia ha descubierto es el motivo de que vuelen de esa manera. Cuando cada ave agita las alas, origina un corte de aire al ave que le sigue inmediatamente. Volando en formación de “V” toda la bandada añade por lo menos un 71% de vuelo mayor que si cada ave volase sola.
Cuando un ganso cae de la formación, de repente siente la rémora y la resistencia al intentar hacerlo solo y rápidamente regresa a la formación para aprovecharse del poder de elevación del ave que precede.
Cuando el ave de cabeza se cansa, pasa atrás en la formación y otra ocupa su puesto.
Los gansos graznan desde atrás para animar a los que van delante a mantener su velocidad.
Finalmente – y esto es importante- cuando un ganso enferma o es herido por un disparo y cae de la formación, otros dos gansos bajan con él y le siguen para prestarle ayuda y protección. Se quedan con el ganso caído hasta que puede volar o muere; sólo entonces se lanzan, solos o con otra formación, a alcanzar a su grupo.
No creo que haya necesidad de añadir nada a esta bella lección de la naturaleza sobre lo que es la comunidad, salvo tal vez, para subrayar que el objetivo, la misión de los gansos es llegar a un destino seguro. Por ello vuelan juntos.
Finalmente, permítanme hacer un comentario en relación con la última de las cinco características, “una apertura universal que nos abre a dimensiones que superan lo personal y su realidad local” (Circular 447, pág. 5). Para la inmensa mayoría de los miembros de la Familia Lasaliana sólo existe un marco de referencia: su escuela o centro local. Ellos ven su papel en la Familia Lasaliana en términos de ese trabajo particular. Su interés no se extiende más allá. Su preocupación por otros apostolados y actividades del Distrito es insignificante.
El asociado, por otra parte, se preocupa por el Distrito y sus proyectos. Él o ella se interesan por la promoción de las vocaciones, por los programas de formación para los Hermanos y los colaboradores seglares, y por la variedad de respuestas que el Distrito da a las necesidades de los jóvenes y los pobres. Y, claro, el Asociado reza por el Distrito.
Conclusión: nº 64 del Estilo de Vida nos dice: “Los Signum Fidei, conscientes de que Dios ha confiado a San Juan Bautista de La Salle dos dones, entre otros muchos, que los conciernen y muy especialmente:
-el don de la Familia Lasaliana y
-el don de la Misión Compartida,
se dejan guiar por el Espíritu, caminan asociados en comunidad de vida y de apostolado y aportan un testimonio gozoso y público como alternativa de vida al mundo de hoy.”

Hno. Víctor Franco, FSC
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Four elements in the Act of Association (Botana):
1. the commitment of the individuals
2. the charism (unifying spirit) that inspires the commitment
3. the communion between those making the commitment
4. the mission
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Botana: Community and Association aren’t two different realities but two dimensions of the same reality.

Botana: the charism is not to run schools but association to run schools

André Jacq: three roads to build association:
1. the educational route—building educational teams that are truly “brotherly2; drawing up educational projects together, exercising joint responsibility
2. the institutional route—adapting and renewing existing structures; creating new structures
3. the spiritual route—journeying together as spiritual person.