CARTA DE CUARESMA 2016 «poco a poco»
Fraternidades “Signum Fidei”
CARTA DE CUARESMA 2016
“POCO A POCO”
ROMA día 09 de febrero de 2016
Queridos hermanos y hermanas miembros de las Fraternidades “Signum Fidei”:
Estamos en Cuaresma y consideramos oportuno compartir con todas las Fraternidades “Signum Fidei” la siguiente reflexión en este tiempo especial del nuevo Año Jubilar de la “Misericordia”, con el objetivo de que nos ayude a vivir estas semanas desde actitudes cristianas y lasalianas que nos permitan prepararnos más intensamente a la celebración de la Pascua del Señor.
Este tiempo de CUARESMA se nos presenta como NUEVA oportunidad para seguir caminando, para seguir enriqueciendo nuestro propio itinerario espiritual.
La cuaresma es un tiempo diferente, un tiempo de salvación. El gesto de la ceniza nos recuerda que “somos polvo y al polvo hemos de volver” porque somos perecederos, caducos, limitados y mortales. Nos invita a vivir mejor que en los demás tiempos y a apartarnos de todo mal. Nuestro Fundador nos recuerda que “al imponer la ceniza sobre nuestras cabezas, quiere la Iglesia que nos penetremos del verdadero espíritu de penitencia… Con estas disposiciones debemos empezar y continuar la Cuaresma” (Med 16,1)
Podemos mejorar nuestra vida, tomarla en nuestras manos y curar todas nuestras heridas producidas por tantas veces como nos equivocamos en nuestro caminar, por tantas veces en las que nos hemos dejado arrastrar consciente o inconscientemente olvidándonos de que el Señor es nuestro Dios.
Es un tiempo de entrenamiento para ejercitarnos en la libertad interior, para reconciliarnos con nuestra propia realidad y experimentar la curación de nuestras heridas. Sólo “paso a paso” “poco a poco”, caminando sin desfallecer y aprovechando todas las oportunidades que se nos brindan, la Cuaresma se convertirá en una nueva oportunidad para crecer en Él desde la experiencia de “misericordia” .
CUARESMA, NUEVA OPORTUNIDAD.
“Señor, tú me sondeas y me conoces: me conoces cuando me siento o me levanto, de lejos penetras mis pensamientos; distingues mi camino y mi descanso todas mis sendas te son familiares”
Salmo 138
Sin duda, la experiencia de Dios se va haciendo a lo largo de toda nuestra vida. Existen momentos puntuales en los que experimentamos con mayor intensidad una relación más personal con Dios y también existe la relación del día a día, de la espiritualidad de lo cotidiano que nos brinda la oportunidad de vivir la presencia de Dios en los hermanos, en los acontecimientos, en su Palabra, en la Eucaristía, en la oración, en la misión…
Todos sabemos que crecemos en Él a medida que vamos caminando desde las actitudes profundas que nacen si realmente nos adentramos en el misterio de Dios. Pero también sabemos que nuestro crecimiento interior se desarrolla cuando vivimos la misericordia: “Un encuentro con la misericordia ocurre cada vez que el Evangelio se encuentra con la humanidad a través de las obras de misericordia corporales: alimentar al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, visitar y rescatar cautivos, dar cobijo a los sin techo, visitar a los enfermos y enterrar a los muertos” tal como nos lo recuerda nuestro H. Superior General en su carta Pastoral de este año.
Oscar Wilde decía que el “aplazamiento es el asesino de la oportunidad” y así nos lo confirma la siguiente parábola:
Un joven describía lo que soñaba hacer con su vida.
- ¿Y cuándo piensas hacer realidad tus sueños?, le preguntó el maestro.
- Tan pronto como llegue la oportunidad de hacerlo, respondió el joven.
- La oportunidad nunca llega, replicó el maestro. La oportunidad YA ESTÁ AQUÍ.
Pues, efectivamente, aquí tenemos una nueva Cuaresma, una nueva oportunidad para seguir soñando, luchando, arriesgando, buscando… la manera de vivir más por Él, con Él y en Él compartiéndola misericordiosamente con nuestros hermanos y hermanas.
A veces nos cuesta vivir las circunstancias como verdaderas oportunidades y no sólo cómo amenazas. Lo que más obstaculiza nuestra conversión continua son nuestras percepciones selectivas que nos hacen ver la realidad, también nuestra propia realidad, de una manera determinada que, con frecuencia, se inclina más por ver lo negativo que lo positivo. Lo que vemos es lo que vemos, no lo que es. Lo que para uno es un reto, una mejora de cambio, una necesidad de conversión…. Para otros es una dificultad insuperable.
Una primera sugerencia para este Tiempo de Cuaresma sería sustituir el “si no lo veo, no lo creo” por el “si no lo creo, seguro que no lo veré” y decidirnos a crear nuestras propias oportunidades y puesto que tenemos “la dicha y la ventaja… de leer a menudo la Sagrada Escritura…” (Med 100,1) acudamos a ella para que sea la Palabra de Dios quien nos ayude a discenir en nuestra vida y nos lleve por caminos de conversión y de libertad sabiendo que la persona verdaderamente libre es la que no está atada a sí misma y puede entregarse al servicio del amor misericordioso porque “vosotros, hermanos, a libertad habéis sido llamados; solamente que uséis 1.-la libertad como ocasión a la carne, sino serviros por amor los unos a los otros” (Gál 5,13)
La gran mayoría de los humanos estamos tan ocupados tratando de “sobrevivir” que nos olvidamos de dedicarle tiempo a diseñar y luchar por el estilo de vida que profundamente anhelamos, y que íntimamente sabemos que nos puede conducir al equilibrio, a la paz, a la felicidad del que se encuentra centrado en Dios y que consiste, para nosotros, en permanecer en Él (Jn 15,3).
La segunda sugerencia para esta Cuaresma es cuestionarnos personalmente ¿Cuáles son las barreras internas que se interponen en nuestro camino hacia el cambio, hacia nuestra conversión? Sabiendo, claro está, que para establecer cambios significativos en nuestra vida, deberemos respetar nuestros tiempos y dar pequeños pasos. “Poco a poco” pero aprovechando al máximo las oportunidades del camino.
1.- CUARESMA, TIEMPO DE CONVERSIÓN
“Enséñanos a calcular nuestros años, Para que adquiramos un corazón sensato”
Salmo 89
Converto, conversio… CAMBIAR. Ese volver al Padre del que se había alejado por el pecado, del que va por caminos errados. Si necesitamos convertirnos es porque reconocemos que nos equivocamos y necesitamos revertir la dirección de nuestro andar. La imagen de desandar los caminos y volver a la casa del Padre que encontramos en la parábola del hijo pródigo de Lucas 15,11-32 tantas veces leída, explicada… pero no siempre adecuadamente interiorizada.
El hijo menor de un padre rico, quería vivir ya mismo sin esperar a repartir la herencia. Se arriesga a vivir la vida haciéndolo sin mesura, dilapidando su fortuna y su vida, se arruina a si mismo. Cae tan abajo que debe buscar el amparo de un ciudadano y hacerse dependiente de él… va a parar entre los cerdos, el punto más bajo de su vida y cuando no puede caer mas abajo… decidí “VOLVERÉ A MI PADRE”. Convertirse significa llegar al interior de uno mismo, entrar en uno mismo, en mi interior para ARRIESGARME y LANZARME a un modo de vivir en el que puedo cambiar la forma de andar y caminar hacia la Casa en la que realmente nos sentimos como casa propia porque en la casa del Padre encontramos hogar. El Padre siempre misericordioso me recibe con amor, sin reproches e incluso haciendo una fiesta de alegría “porque ese hijo mío ha vuelto a la vida”. En esos 40 días hemos recorrer caminos que nos lleven verdaderamente a la vida y no al entorpecimiento, ir poco a poco entrando en nuestro ser y en la casa del Padre.
El Papa Francisco nos dice que “La Cuaresma de este Año Jubilar, pues, es para todos un tiempo favorable para salir por fin de nuestra alienación existencial gracias a la escucha de la Palabra y a las obras de misericordia”.
Muchos creemos, que gran parte de nuestra desdicha, de nuestra infelicidad y desasosiego está no tanto en las cosas que no funcionan en nuestro entorno sino y en la dificultad de reconocer y curar nuestras “enfermedades del alma”. “El ser humano debe encontrar el camino de vuelta a sí mismo, debe convertirse en persona e individuo en el sentido radical de existencia que tiene esa palabra. El ser humano no nace para desaparecer en la historia como pieza desechable, sino para comprender su destino, para arrostrar su inmortalidad… para salvar su alma” afirma el escritor húngaro Imre Kertész. (“Un instante de silencio en el paredón”. Ed. Herder. 2000.)
Con el fin de ayudarnos en este proceso, es decir, aprovechar la oportunidad que nos brinda la Cuaresma como tiempo de conversión, la tercera sugerencia que nos hacemos es la dedicar una tarde a la reflexión personal. Una tarde centrada en nuestra propia persona. Inspirados por la recomendación de nuestro Fundador: “Tiene usted necesidad de concentrarse en sí mismo; eso le impedirá caer en sus defectos” (Carta 12,10). Sirva de ejemplo el siguiente guión:
¿Cómo me veo a mí mismo?
- Cuáles son mis capacidades y mis talentos.
- Cuáles creo que son mis limitaciones y mis defectos.
¿Cuál es la imagen que tengo de mí mismo?
- ¿Es una imagen agradable y positiva o, por el contrario, vivo reprochándome lo mal que me ha ido hasta el presente?
- ¿Soy capaz de emitir un juicio de valor por mí mismo, o dependo en gran medida de la opinión de los demás?
- ¿Tengo confianza y respeto mis propios pensamientos, o dudo siempre de mis decisiones?
¿Cuáles son mis principios y valores?
- Cuando deseo lograr un objetivo, ¿espero a que las circunstancias se tornen favorables, o intento crear esas circunstancias en el momento y lugar apropiados?
- Cuando llega el momento de tomar decisiones, ¿qué es lo más pesa: mis señales internas, mis convicciones más íntimas, los sentimientos reales, o la opinión de los demás, lo que todos hacen, y por lo tanto supuestamente debe estar bien?
¿Cuáles son mis verdaderos sentimientos?
- ¿Qué me gusta y qué disgusta de mi vida?
- ¿Cuáles son mis intereses?
- ¿Cuáles son los defectos que reconozco en mi persona y mis virtudes? ¿Estoy dispuesto a cambiar, modificar aquellos aspectos que hoy reconozco como negativos en mi persona?
- ¿Qué deseo hacer realmente con mi vida actual, y cuáles son mis prioridades, metas y proyectos de futuro?
¿Cómo vivo mi vida en Dios?
- ¿Hasta qué punto dejo a Dios, ser Dios de mi vida?
- ¿Cómo llevo mi vida de oración personal?
- ¿Qué actitudes hay en mí que no me permiten crecer por dentro?
- ¿Me dejo interpelar por la Palabra de Dios ?
¿Cómo vivo mi ser Lasaliano?
- ¿Hasta qué punto integro en mi vida fe y celo?
- ¿Cómo vivo la misión concreta a la que he sido enviado?
- ¿Qué aporto yo a mi fraternidad?
- ¿Cómo vivimos nuestro ser Lasaliano en nuestra familia?
En nuestro caminar por la vida, por la historia de nuestra existencia en la que Dios ocupa nuestro centro, o debería ocuparlo, es conveniente ponernos de acuerdo en nuestro “yo interior”, tomar conciencia de la trascendencia que el pasado ha tenido para nosotros, evaluar nuestro presente e ir construyendo nuestra visión de futuro. Y si percibimos que hemos invertido tanta fuerza y tanta energía en ser “buenos para los demás” sin haberlo logrado, significa que hemos de reconducir el rumbo de nuestra vida porque si seguimos utilizando los mismos caminos de siempre… corremos el peligro de no llegar a ningún destino.
Incluso el más santificado de todos nosotros necesita volverse a Cristo y ser limpiado de nuevo: “en cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del hombre viejo, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del hombre nuevo, creado según Dios en la justicia y la santidad” (Ef 4,22-24).
FIN
“Que broten los enemigas del pasado. Lo que oímos y aprendimos,Lo que nuestros padres nos contaron, Lo contaremos a la futura generación”
Salmo 77
Así, transmitiendo unos a otros las propias experiencias, compartiendo nuestro caminar, superando retos personales y comunitarios… vamos avanzando “poco a poco” recordando siempre la idea del filósofo español: ”Sólo conoce los caminos rectos quien erró alguna vez los torcidos; y la mejor tentación no es, quizás, la del hombre impoluto, sino del que tiene en el alma la cicatriz de muchas rectificaciones” José Ortega y Gasset
Que sean las palabras de san Pablo las que pongan punto final de la presente carta: “Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros” 1 Cor 5,7
Hno. Rafa Matas
Consejero General