“NUESTRA» CONSAGRACIÓN

 

Dos Hermanas-20-11-99.
Primer momento:

La palabra CONSAGRACIÓN:

La palabra «Consagración» tiene connotaciones muy particulares y a primera vista, nos da la sensación de algo hondo. serio, profundo y comprometedor. Este uso aparece muy pronto en la tradición cristiana, casi con las mismas aplicaciones que se observan en otras religiones y culturas.

Por la etimología de la palabra «consagración, «sacer, sacra, sacrum, o del verbo sacrare», deducimos su significado «hacer santo, poner aparte lo que es sagrado, situarlo en el reino de lo santo, que por definición es totalmente » OTRO”-

El uso cristiano de la consagración aparece desde muy antiguo y con interpretaciones que se observan en otras religiones y culturas.

Ciertamente la consagración se hace solamente a Dios; a veces en formas de ofrecimiento-consagración- a Jesucristo, la Virgen, otros santos; pero siempre en tales actos de devoción, el cristiano (SF) debe tener la intención de consagrase a Dios, en Jesucristo.

Por analogía o extensión, se consagran o bendicen (de manera formal o informal, público o privado, temporal o indefinidamente) todo lo que tiene alguna relación con lo santo o divino. Se consagran o bendicen, pues, objetos, lugares, (1 Mc. 4, 36-37. 52-59), tiempos, personas. Lo importante en todas estas ocasiones es caer en la cuenta de que el estado de consagrado o bendecido establece un elemento dinámico que nos remite a Dios a través de aquel o aquello por quien nos hemos «consagrado».

Referencia a nuestra consagración sacramental.

Entre los católicos la forma esencial que toma la consagración es el resultado de la recepción de los sacramentos. En virtud del trío sacramental del Bautismo, por ejemplo, el cristiano participa no sólo en la viola divina de la gracia, sino que también adquiere un carácter indeleble que constituye a esa persona en un estado ontológico de consagración y santificación al participar en los diversos grados del sacerdocio de Jesucristo.
En la Eucaristía se utiliza la palabra consagración en un sentido muy especifico: el pan y el vino, palabras de la consagración, se convierten en cuerpo y sangre de Cristo.
Pues bien de modo análogo a lo que ocurre en los sacramentos podemos hablar de la consagración que tiene lugar, que se opera cuando un cristiano (un S. F.) DECIDE ENTREGAR su vida ENTERAMENTE al servicio de Dios.

Nueva consideración de la consagración a partir del Vaticano II.

En la historia de la Iglesia la consagración religiosa se ha manifestado de muy diversas maneras, si bien la predominante ha sido la entrada en instituciones aprobadas por la Iglesia; hoy el Derecho Canónico las denomina «Institutos de vida religiosa

Y ciertamente, todos los elementos esenciales se encuentran presentes en ese tipo de consagración: compromiso total, separación del mundo, extensión del Reino. Esta profesión, normalmente de votos públicos, resulta oficial cuando el Superior competente la ratifica…

Sin embargo, esta forma de entender la consagración no da pie, teológicamente hablando, a establecer una doble categoría de cristianos: los que profesan en una Institución religiosa oficial y aquellos que viven su consagración bautismal en la vida secular, dentro del Pueblo de Dios.

Xavier Picaza es bien explícito en este sentido; dice así este gran teólogo: No hay una espiritualidad sacerdotal (para jerarcas), otra contemplativa o de retiro (para religiosos) y otra mundana (para laicos).Sólo existe una espiritualidad, del seguimiento de Jesús, propia de los creyentes, sin distinción de varón y/o mujer, jerarquía o pueblo, religioso o lego…,,

Especialmente, a partir del Vaticano II, se ha profundizado en aquello que es común a todos los cristianos, y en lo especifico, o maneras de realizar esta consagración bautismal.

Lo común: la consagración

En el correr de la historia la «Vida Religiosa» diríamos que se «apropió» el concepto de Consagración, siendo así que todo cristiano es CONSAGRADO: ‘A vosotros que, consagrados por Cristo Jesús, habéis sido elegidos por DIOS para ser su Pueblo, junto con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, que es el Señor de ellos, lo mismo que de vosotros (1 Cor 1,2).

El fundamento de la consagración está en la FE, en el encuentro de alianza (Nueva Alianza) que Dios hace con el hombre en el interior de un pueblo. El signo es el Bautismo. El religioso, pues, no tiene la exclusiva de ser la persona consagrada. ( Cfr. Carta de Olegario González a su hermana religiosa Concha: «Tu vocación es la vocación cristiana sin más

La Salle (Cartas) dice que «incorporados en Jesucristo por el Bautismos TODOS los cristianos están llamados a consagrarse a Dios y a su servicio».

«Todos los auténticos creyentes participan de la misma radical consagración: unidos a Jesús integran el gran pueblo de los santos, elegidos por Dios y destinados a expresar su salvación entre los hombres». (X..Pikaza)

La vocación a la fe.

Recordemos las expresiones: «nacidos de la fe, nacidos del Espíritu». Es que Dios nos ofrece una nueva vida, siendo Él la experiencia originaria de nuestra fe. «Nos eligió en la persona de Jesucristo, nos ha destinado a ser sus hijos ~.» . (Ef. 1, 3-14).

El Bautismo exteriorizó nuestra entrega dinámica y creciente. Por el Espíritu que se nos ha comunicado nos sentimos responsables, cada día más, de la construcción del Reino de Jesús.

El seguimiento radical de Jesús.

La radicalidad del Evangelio parece que ha sido la nota más significativa de los religiosos. Sin embargo, Dios invita a TODOS a su banquete. Jesús no condena ninguna de las cosas terrenas ni prohíbe nada; pero sí nos dice: «Amaras al Señor con todo tu corazón, con toda tu alma y sobre todas las cosas. ..»(Lc. 10, 27)”

El radicalismo es una tendencia hacia las fuentes, es la actitud de tomar en serio el Proyecto de Jesús. Y esta decisión radical puede tomar distintas formas, según las circunstancias, las características personales o el carisma recibido. Lo importante para todos es la entrega a Dios de modo incondicional y consciente.

Jesucristo, simplemente, nos llama diciendo: «Venid», al mismo tiempo que nos señala valores más profundos en la existencia, pasando todas las demás cosas a segundo lugar. Amar a Dios enteramente, sin un corazón dividido, constituye una exigencia común a todos los bautizados.

Segundo momento:

Desde nuestra realidad presente.

La consagración en la espiritualidad y escritos de La Salle.

La Salle recuerda con frecuencia en sus Cartas y Meditaciones que los Hermanos, con o sin votos, son hombres consagrados. Para él la consagración del Hermano está concluida cuando deja atrás el mundo y entra en el Instituto, con la intención de entregarse totalmente a Dios. No se les requería, pues, que hiciesen votos, y mucho menos perpetuos, para permanecer en el Instituto. Esta era la doctrina y práctica, en contra de la tradición, de otros santos fundadores como S. Vicente de Paúl, S. Felipe Neri, y del Cardenal Bérulle.

La Salle, que no habla de los Votos, como tales, espera de los Hermanos que compartan todo, lleven una vida casta y practiquen las virtudes representadas por los votos de religión. Que hubiese tenido o no la intención de que los Hermanos emitiesen finalmente los votos, es todavía un asunto muy discutido.

Especial mención merece la importancia que dio e! Fundador a la Obediencia, como fuerza de estabilidad del propio Instituto. Y no menos a la Pobreza, elemento básico en los orígenes de la Sociedad, cuyo carisma habría de ser evangelizar a los pobres.

Esta ejemplaridad en la práctica de las virtudes era la que significaba ante el público el sentido de su consagración a Dios. Los Hermanos eran verdaderamente pobres y sentían muy dentro el sentido de asociación y pertenencia a la nueva Sociedad.

¿Cómo se explica que San Juan Bautista de La Salle diera tanta importancia a la consagración así entendida? Una respuesta podría ser que el DON TOTAL es OPERATIVO incluso antes de ser detallado por compromisos específicos y fórmulas votales’

La consagración y los votos en los comienzo del Instituto.

Si para el Fundador tenían la misma consideración los Hermanos con votos o sin ellos, cabe preguntarse por el que añaden estos compromisos a unas personas ya consagradas, como era el caso de los Hermanos.

Al plantearse el problema de los votos del 1684, el Voto heroico del 1691, y la responsabilidad de los Hermanos ante los «perpetuos» de 1694, La Salle parece haberlos considerado como un medio de proporcionar mayor estabilidad a su incipiente sociedad. Estos votos eran privados.

Lo llamativo es que la estructura de la Formula de votos permanece idéntica, dando siempre la prioridad a la Consagración: «Nos consagramos enteramente a Dios para mantener la Sociedad y asegurar la sobrevivencia de las escuelas cristianas gratuitas Se diría que la consagración es una disposición esencial de los Hermanos ante el Señor, en tanto que 105 votos añaden la nota especifica y de obligación.

La Bula de Aprobación del Instituto, 1725, añadía los votos de castidad y de pobreza, pasando los votos de los Hermanos a ser públicos en un Instituto de derecho pontificio. Se establece una tendencia a dar preferencia a los votos, al mismo tiempo que se resaltan las obligaciones que conllevan.

A partir del Vaticano II, desde el 39 Capítulo General, el Instituto vuelve a retomar el espíritu y carisma del Fundador, según los signos de los tiempos. La consagración retorna su primacía y así se expresa en la Regla definitiva de los Hermanos, 1987.

HOY COMPARTIMOS LA ESPIRITUALIDAD LASALiANA.

Nos  ASOCIAMOS, como SIGNUM FIDEl, para VIVIR la consagración en el servicio educativo a los niños y jóvenes, especialmente a los más pobres.

‘Cierto, no hemos hablado de los Signum Fidel directamente… «Pero me parecía necesario exponer una idea general de lo que llamamos Consagración y, especialmente, cuando nos referimos a la que profesan los Hermanos de La Salle.

Ahora podremos «aterrizar» un poco más en la forma de entender la consagración un Signum Fidel.
Electivamente, los Hermanos y muchas personas muy integradas en nuestro carisma,
COMPARTIMOS actualmente:

– la espiritualidad,

– la misión,

– el espíritu comunitario.

La cuestión que salta de inmediato es la siguiente: ¿Por qué no compartir también la consagración?…
A Primera vista:

Es cierto que la consagración, a través de los votos, es el elemento que distingue a los Hermanos de las personas seglares lasalianas.

-Por los votos, los Hermanos: mantienen una ‘separación del mundo» – llevan una vida comunitaria.
tienen asignada, por vocación, una misión concreta en la Iglesia.

Desde otro punto de vista cabe preguntarse:

a- ¿Hasta qué punto es esencial a la Consagración la EMISIÓN de los votos?
b- ¿Es necesario un compromiso perpetuo e irrevocable?
c- ¿Cómo entender hoy la «separación del mundo?

Las dos primeras cuestiones quedan clarificadas con la práctica de los Hermanos al comienzo del Instituto. Y la forma de entender hoy nuestra relación con el mundo aparece muy explícita en los textos de la nueva Regla (cfr. R. 23,5Z57, 17,18)

¿Cabe dudar de que nuestros Signum Fidei pueden distanciarse del mundo- en el sentido negativo del termino- tanto como cualquier Hermano, o que su espíritu comunitario no esté en línea de la fraternidad que caracteriza a cuantos viven nuestro carisma?

A MODO DE CONCLUSIÓN:

Pese a estas breves y precipitadas consideraciones, parece muy claro concluir que haya grupos dentro de la Familia lasaliana que PUEDEN Y DEBAN desarrollar RITOS DE ONSAGRACIÓN, dentro del espíritu lasaliano. La forma de hacerlo es cuestión de estudio, y atendiendo siempre a las disposiciones personales de cada S.F..

Si otros elementos se comparten, ¿por qué motivos serios ha de privarse a estos «miembros vivos » del poderoso dinamismo de la consagración, según el espíritu de La Salle?

La cuestión ya se apuntó en el 93 y antes.; es de esperar que el próximo Capitulo, que tenemos a las puestas, dé luz y normativas al respecto. Así lo deseamos Hermanos y los Signum Fidei del Instituto y de nuestro Distrito de Andalucía.

Sevilla, 20 de noviembre 1999
+ H. Agustín Cabria Orejas